Como os he comentado hoy, Quills es una película sobre el Marqués de Sade, escritor experto en distintas filias y perversiones sexuales. Os la recomiendo.
Ficha en IMDB
jueves, 21 de febrero de 2013
miércoles, 13 de febrero de 2013
Hay sentimientos que no cambian...
Hace cien años los poetas malditos se sentían como la voz poética de esta canción de los noventa... Un himno del malditismo de fines del XX, aunque ellos hablen de la inadaptación social y la canción sobre un amor inalcanzable por esa inadaptación. Enjoy.
Creep
Creep
Baudelaire
Aquí tenéis la sección "Cuadros parisinos" de Las flores del mal, la obra de Charles Baudelaire que tenemos que empezar a trabajar. Si queréis la obra completa podéis encontrar algunos ejemplares en la biblioteca.
Cuadros parisinos
Los apuntes están en fotocopiadora.
Cuadros parisinos
Los apuntes están en fotocopiadora.
miércoles, 6 de febrero de 2013
Texto de El Jugador para el lunes
Aquí tenéis un fragmento para que lo analicéis en casa. Ya sabéis, preguntas 3, 4 y 5. Lo comentamos el lunes y resolvemos dudas en clase. Buen finde.
TEXTO 1
Hoy ha sido un día ridículo, escandaloso, incoherente.
Son las once de la noche y me hallo en mi cuartito concentrando mis recuerdos.
Comencé la mañana yendo a jugar a la ruleta por cuenta de Paulina Alexandrovna.
Tomé sus ciento sesenta federicos, pero con dos condiciones: la primera, que no quería
jugar a medias, y la segunda, que Paulina me explicara por qué tenía tal necesidad de
ganar y me indicara, concretamente, la suma que le era necesaria. Yo no podía suponer
que ella quisiese jugar únicamente por el dinero. Con seguridad lo necesita, y lo más
pronto posible, para fines que ignoro. Me prometió darme esa explicación y nos
despedimos.
En las salas de juego había mucha gente. Se veían rostros cínicos en cuyos ojos se
pintaba la avidez. Me abrí paso hacia la mesa del centro y me senté cerca del croupier.
Mis principios fueron tímidos, no arriesgaba más que dos o tres monedas cada vez. Sin
embargo, hice diversas observaciones. Me parece que en el fondo todos esos cálculos
obre el juego no significan mucho y no tienen la importancia que les atribuyen muchos
jugadores. Estos se hallan allí con papeles cubiertos de cifras, anotan cuidadosamente
las jugadas, cuentan, deducen las probabilidades. Después de haberlo calculado todo
se deciden por fin a jugar... y pierden, exactamente lo mismo que aquellos que como
yo, simples mortales, juegan al azar.
He hecho, sin embargo, un descubrimiento que parece cierto: en la sucesión de las
probabilidades fortuitas hay no un sistema, sino algo parecido a un orden... Lo que, sin
duda, es extraño. Por ejemplo, que los doce últimos números salen después que los
doce del centro, supongamos dos veces. Luego vienen los doce primeros, a los cuales
siguen de nuevo los doce del centro, que salen tres o cuatro veces alineados. Después
de esto vienen los doce últimos, lo más a menudo dos veces. Luego son los doce
primeros, que no se dan más que una. De este modo la suerte designa tres veces los
doce del centro, y así seguidamente durante una hora y media o dos horas. ¿No es
curioso esto? Tal día, una tarde por ejemplo, ocurre que el negro alterna continuamente
con el rojo. Esto cambia a cada instante, de forma que cada uno de los dos colores no
sale más que dos o tres veces seguidas. Al día siguiente, o a la misma tarde, el rojo sale
solo, jugada tras jugada, por ejemplo, hasta veintidós veces seguidas, y continúa, así,
infaliblemente, durante algún tiempo.
Por lo que a mí se refiere, perdí todo mi dinero en muy poco tiempo. Primero puse
veinte federicos al par y gané. Los puse de nuevo y volví a ganar. Y así dos o tres veces
seguidas. Salvo error, reuní en algunos minutos unos cuatrocientos federicos.
Era el momento de marcharse, pero un ansia extraña se apoderó de mí. Experimentaba
una especie de deseo de desafiar a la suerte, de hacerle burla, de sacarle la lengua.
Arriesgué la mayor postura permitida, cuatro mil florines, y perdí. Luego, poseído por
la exaltación, saqué todo el dinero queme quedaba; hice la misma postura y perdí del
mismo modo. Salí de la sala como aturdido. No podía comprender lo que me pasaba y
no anuncié mi pérdida a Paulina Alexandrovna hasta el momento antes de cenar.
Hasta esa hora había vagado por el parque.
FIODOR DOSTOIEVSKI: El jugador
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